miércoles, 21 de julio de 2010

DÍAS EN MOSTAR


Recuerdo el impacto mediático que supuso el conflicto bosnio y la guerra de los Balcanes en la sociedad europea. En el año 93 todo el mundo giró la cabeza hacia la Ex Yugoslavia, nos estremecía que a 500 km de Roma, casi en el corazón de la Vieja Europa, gente de raza blanca estuviese inmersa en una pseudoguerra civil que luego adquiriría tintes genocidas. Era tan difícil imaginar una situación de tal calibre en los 90 que ni tan siquiera se pudo dar una respuesta a tiempo por parte de la OTAN con lo que la barbarie se prolongó hasta los Acuerdos de Dayton, 3 interminables años después, conjugado todo ello con el corolario de los Juicios del Tribunal de la Haya contra los líderes serbios hace escasas fechas.


Los presupuestos que habilitaron lo expuesto, como bien dijo nuestro casero croata Mladen “son demasiado complicados como para que se entiendan ahí fuera”, no obstante a modo de explicación indiciaria quiero señalar algunos de ellos. La extinta República de Yugoslavia era un amalgama de etnias que Tito se encargó de apaciguar bajo su mando; históricamente croatas y serbios han sido las más representativas, con un enfrentamiento constante (hasta el punto de influenciar de forma decisiva el inicio de la I Guerra Mundial) y que aprovecharon el fin de la URSS y la primitiva iniciativa de independencia de Eslovenia para la creación de sus respectivas naciones, un proceso que conllevó un enfrentamiento bélico para determinar las fronteras de los nuevos estados y su composición demográfica. En esa tesitura, el pueblo bosnio, multiétnico y multireligioso por naturaleza, declaró también su propia autodeterminación, circunstancia con la que los serbios mostraron su disconformidad mediante una guerra civil con acciones genocidas como la de Srebrenica (8000 bosnios asesinados) lo que nos remite directamente a la situación temporal del párrafo anterior y a la importancia de la batalla de Mostar en el conflicto.




Casi sin querer, después de organizar con un par de amigos unas vacaciones de ocio por la costa croata acabé inmerso en aquel escenario, en aquel puente de Mostar tantas veces reproducido en los telediarios y erigido como símbolo de la reconstrucción actual de la ciudad. Aquello no es más que una fotografía, lo que pude vivir en Bosnia nada tiene que ver con lo que representa tender puentes y me ha supuesto una especie de catarsis vital que debe llevar inexorablemente a la relativización de nuestras problemas domésticos.

Llegamos allí en un modesto coche alquilado el 16 de julio, casi 3 horas desde Dubrovnik para recorrer solo 140 kilómetros de distancia, las pésimas carreteras y los cuatro controles fronterizos impedían ganar ni un solo minuto de tiempo. Cuando entramos en Bosnia el paisaje y las edificaciones se tornaron sutilmente más rurales a la vez que el termómetro del coche se iba casi a los 40 grados, todo ello conjugado con las inexistentes horas de sueño que traíamos de los dos días anteriores pudo hacer que la llegada a la ciudad tuviese bastante de onírica; no hay tiempo para asimilar nada, vienes de la banal costa de Dalmacia y sus bares de música comercial repletos de aspirantes a modelos y entras de inmediato en un paisaje apocalíptico lleno de metralla, agujeros de bala y casas reducidas a escombros; sin espacio para las presentaciones estábamos en Mostar.





La ciudad es de unos escasos 100.000 habitantes y por lo tanto bastante pequeña, con lo que prácticamente sin darnos cuenta llegamos a la zona antigua y aparcamos el coche; nuestro primer contacto con un bosnio se deriva de ese hecho, los “gorrillas” no entienden de nacionalidades y han adquirido una universalidad digna de respeto, así en un inglés cuestionable el sujeto nos dice que hemos de dejar unas cuantas “kunas” para que vigile el coche pero revestido de una formalidad impecable al darnos una especie de ticket como contraprestación por sus servicios. Aprovechando que la conversación discurre por un cauce amable le pregunto por un par de localizaciones y la situación actual de la población a nivel social, el individuo coge confianza y nos relata “hace años todo el mundo se volvió loco, ahora vivimos como nos permite el recuerdo”, un apretón de manos y una amplia sonrisa nos despiden de él tras las indicaciones de cómo llegar al puente.




Inmediatamente después nos adentramos en la zona antigua, el aspecto es bastante bueno, unas cuantas terrazas y algunos puestos de venta de artesanía local confirman que existe cierto turismo en este enclave. Después de 200 metros llegamos al mentado puente Stari Most, aquí la vista sí que es casi idílica, piedra limpia, aguas cristalinas y un trampolín desde el cual un par de saltadores hacen todo tipo de piruetas ante el aplauso de unos cuantos espectadores.





A la izquierda un trozo de mármol con la inscripción “don´t forget 93” nos devuelve a la realidad, justo a su lado se encuentra la entrada de lo que reza ser el “museo de la guerra" , nuestra curiosidad de momento no es tanta como para pagar los 5 euros que pide amablemente la chica del hall teniendo en cuenta lo poco que prometía el lugar, pero inevitablemente vemos las fotos de la guerra que adornan la recepción, muestran sangre, civiles muertos, militares hablando al lado de una pila de cadáveres, escombros…su tragedia se ha convertido en negocio para alguno 15 años más tarde.





Tras cruzar el puente, nos aguardan otro par de calles llenas de terrazas y puestos, aquí con más relevancia en cuanto a artículos militares de todo tipo y siempre con una simbología comunista; para cuando nos hemos dado cuenta se ha acabado el “oldtown” y ya estamos de nuevo ante esqueletos de edificios y agujeros de bala por doquier. Pero algo ha cambiado, aquí proliferan las barbas y la gente con túnica y de repente se nos hace patente la división de Mostar, de un lado la parte bosniocroata católica y de la otra la puramente bosniaca de corte musulmán. Dicen los libros que para contrarrestar la ofensiva serbia, los bosnios se aliaron con los croatas para derrotar a su enemigo histórico logrando expulsarlos de la ciudad en el año 93; sin embargo esa unión fracasó a la hora de perpetuar el paisaje multiétnico que siempre había conformado la localidad y los croatas bombardearon el puente para sitiar a sus vecinos musulmanes . La barbarie continuó hasta la intervención de fuerzas internacionales cuando la situación llego a una calma ficticia que perdura hasta hoy.




Pasaban unas horas del mediodía y desde luego que ya era momento de comer . Otro par de vueltas buscando un sitio donde poder degustar algo típico de la zona y finalmente llegamos a una especie de buffet de comida bosnia, el camarero dice hablar francés, italiano, español y realmente dudo de que si tan siquiera supiese hablar, la comunicación se hace difícil pero finalmente nos pone un mixto de unas cuantas raciones que tenían allí preparadas,en teoria era "cocina halal" que podiamos definir como arroz y carne picada en todas las presentaciones posibles, imagino que se trataba de cordero dado que estábamos en la parte musulmana pero nos resultó imposible de descifrar. Los postres correctos, los flanes son iguales en todo el mundo.




Al salir de allí, observamos una pequeña tienda que vende camisetas de futbol, bufandas y toda la parafernalia, siempre me gusta llevarme una del sitio que visito así que me decido a entrar buscando la equipación titular de Bosnia, por supuesto esperando que se trate de una imitación a buen precio. Y desde luego, nunca pensé que el hecho de comprar una simple camiseta iba a cambiarnos tanto la estancia en Mostar...pero eso queda para el siguiente artículo.

11 comentarios:

  1. Que fuerte!! Bueno a pesar de darte de bruces con la cruel realidad de la post guerra que perdura aún después de 17 años de haber comenzado, por lo que parece, supongo que el país bonito no?. María

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  2. Maria Piñeiro imagino!!

    No es un país especialmente bonito Bosnia, al menos en lo que he conocido. La parte vieja de Mostar si que es preciosa, lamentablemente son 4 calles. Tiene una pequeña salida a la costa de Dalmacia y ahí objetivamente sí que podemos hablar de un paisaje muy guapo. Croacia sin embargo está mucho mejor, y Montenegro pues bastante vulgar...recomendada la excursión en todo caso

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  3. Hola Jose Manuel:

    Soy Pablo. ¿Te acuerdas de que estuve en Mostar visitando a una amiga mía de allí? Me ha traído muchos recuerdos tu artículo.

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  4. No quiero imaginarme esa "calma ficticea" que puede durar años, décadas o siglos...Como es la gente? Que día a día tienen con todo lo que ha pasado? Volverá a ser zona "multiétnica"?
    Me quedo sobretodo con el "don´t forget 93”, brutal.

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  5. Hola Pablo, he estado un buen rato pensando quien eras y por fin he caido. Si ademas yo conozco a esa tipa tambien!! no se como se me olvido el dato y llamarla,jaja, pues te tengo que dar la razón en mucho de lo que me contaste. un abrazo

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  6. Hola Javier.

    La gente es bastante agradable y hospitalaría, en la próxima entrada voy a explicar bastante mas de como viven y de lo que nos sucedió pero realmente hasta que escarbas un poco es dificil discrecionar su personalidad de la de cualquiera que no haya pasado por una guerra civil. En todo caso sí que se nota el sufrimiento a nivel fisico en las caras de la gente mayor, la que vivió de primera mano el conflicto, muy muy envejecida.

    Les cuesta hablar del tema pero cuando se sienten comodos entiendes las heridas piscológicas que tienen y que el odio seguirá ahi de por vida, creo que simplemente intentan no pensar en ello y aparentar normalidad y eso es de alabar; lamentablemente la situación es tan inestable que cualquier circunstancia deriva en conflicto asi que ni los musulmanes ni los bosniocroatas cruzan el puente hacia el otro lado de la ciudad en la actualidad.

    Mostar sigue siendo casi tan multietnico y plurireligioso como antes...pero has de quitar a los serbios y a los cristianos ortodoxos del mapa. Un saludo

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  7. Pues no María Sánchez....

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  8. Hombre!! mis perdones, que tal desaparecida?? no me volveré a confundir, un beso y gracias por leer el blog

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  9. joder, continúa la historia ya maldito !!!!!!
    qué pena que todas esas muertes se hayan convertido en un negocio la verdad pero bueno es lo que hayyy... tampoco me sorprende. vaya ganazas de ver todo eso de cerca, toda una experiencia. voy a leer el resto de cosass que no tengo la olla para currar más y hace mucho tiempo que no me pasaba por aquí. MUAKA

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  10. Fue la primera vez que pense en el autentico horror que es una guerra: la gente corria por las calles vestidos como españoles. No eran de tribus perdidas, no eran pobres refugiados.... eran europeos a dos horas de avion.
    Maria Piñeiro

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  11. La verdadera Maria Piñeiro!! fantástica reflexión de la hipocresia de la OTAN y por extensión nuestra; no era Sierra Leona...y no se podia mirar para otro lado.

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