miércoles, 24 de junio de 2015

PERIODISMO BONZO


Tenía ganas de meterle mano al blog en el sentido más lascivo de la expresión. A rebufo del programa radiofónico heredero del espíritu de esta modesta iniciativa, los canales de comunicación de Derecho de Resistencia fluyen como si se les hubiese aplicado el cateterismo del mejor cirujano, y las idas y venidas de cuestiones entre oyentes/lectores son vertiginosas para dos individuos que, de momento, solo tienen un par de horas quincenales en una emisora libre de Barcelona. Por ello, me animo a abrir una nueva sección escrita: Periodismo Bonzo.
 

Hace escasamente un mes y tras uno de nuestros cortes de locución, le comenté a una vieja amiga que lo que iba a desarrollar en las ondas siempre tendría algo que ver con mi vida, con una suerte de periodismo gonzo, a colación del apelativo del gran Hunter S. Thompson para su forma de narrar los reportajes. Os libero de acudir a cualquier fuente de internet para comprender de qué se trata. Me refiero a ese subgénero del Nuevo Periodismo de finales de los sesenta en Estados Unidos que, a diferencia de aquél, convertía al investigador en propio sujeto activo de la noticia. Interesaba más el contexto que el objeto mediático, e interesaba más la reflexión hiperbólica que la información aséptica. Parecía conjugar sin máscaras muchos de los tics que hoy atrofian nuestros medios de comunicación, salvo que era tan políticamente incorrecto como su creador. Así que todo acabó con el Doctor Thompson —como le gustaba ser nombrado— volándose la cabeza en su rancho de Aspen en el 2005. Debió de ser difícil aguantar el personaje del periodista gonzo toda una existencia, principalmente porque como él dijo: «lejos de recomendar una vida de drogas, demencia y violencia, pero sin ellas yo no sería nada».

Entonces, mi querida amiga no comprendió bien el vocablo y sentenció: «me suena a quemarte a lo gonzo». Con su explicación aludió a una idea cercana a la que yo le quería transmitir: situarse en el centro de la noticia muchas veces te quemaría vivo literalmente. Bien, me consta que estaba cansada tras diez horas de papeleos no demasiado fructíferos, pero me quedé con su lapsus freudiano para denominarlo, ya correctamente en cuanto a mi concepción, periodismo bonzo. Tan incendiario como un monje budista inmolándose en 1963 en pleno centro de Saigon para denunciar el régimen tiránico de Vietnam del Sur.

Nunca llegué a estudiar Periodismo en Santiago de Compostela, porque mi nota de corte se quedó a escasas décimas de la requerida para incorporarse a la que, allá por el año 2000, creo que era la carrera con menos plazas ofertadas en relación a su demanda en toda Galicia. Curiosamente, yo sufrí lo contrario que el resto de alumnos, mis guarismos en selectividad eran bastantes mejores que los que me regalaron en BUP y COU aquellos profesores con discursos hegemónicos y recalcitrantes. Temo que debieron de captar mi opinión sobre ellos en algún momento de mi adolescencia. Acabé haciendo lo que nadie quiere hacer: Derecho. Por algo allí no existía nota de corte. Desde la distancia el oficio de periodista me parece denostado hasta el absurdo, excepto esos valiosísimos y escasos medios no sometidos a jerarquizaciones y lobbies de poder. Sin embargo, fui un estúpido por no andar con una libreta o una grabadora por los vericuetos que me llevó la vida hasta el día de hoy, 24 de junio de 2015. Lo que tendría ahí plasmado… Al fin y al cabo, Hunter S. Thompson tampoco estudió la carrera. Aunque yo puedo aseverar que lejos de recomendar una vida de drogas, demencia y violencia… cualquier persona sería mucho más sin ellas. Salvo tú, gonzo.

Me adecuaré a las extensiones necesarias de un blog con su lectura cotidiana y displicente, y esto ha de conllevar que muchas veces cuelgue el texto por entregas.

Seguimos.
JM

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