domingo, 24 de agosto de 2014

NECESITAMOS A NIETZSCHE: EL ESTADO DEBE MORIR.

Los días de asueto estivales dan para mucho. ¿Que se te viene abajo el plan para tomar esa copita con esa chica? Pues yo me pongo a hablar de nihilismo un sábado a la noche y no me pongo ni colorado. Y que me lea quién quiera o quién pueda. Eso sí, que nadie espere una patente de corso sobre un tema tan complejo, del que hablo sobre las reminiscencias de mis antiguas lecturas, y con una inspiración tan mundana como la que ofrece mi pregunta.

Contemplo horrorizado la dinámica belicosa que se está desarrollando en tantas localizaciones durante los últimos meses. Y no es un patrimonio exclusivo de estados en vías de desarrollo o subdesarrollo. Ahí tenemos a los europeos de facto: ucranianos y rusos matándose entre sí, y llevándose por delante existencias tan ajenas como las que iban en el vuelo de Air Malaysia. Debiéramos entender que cualquier atrocidad que suceda en cualquier latitud terrenal tiene sus consecuencias para todos, SIEMPRE, aunque demasiadas veces no las percibamos. Compartimos especie.

Y por eso, con apariciones tan fulgurantes como la del Estado Islámico, no diferente en exceso del «For God and country» estadounidense, pienso en qué poco hemos escuchado el «Dios ha muerto». Aunque el aforismo fuese acuñado antes por Hegel, recogía el supuesto paso a la modernidad, la derrota de lo apolíneo frente a lo dionisiaco, y no por falta de virtudes del primer atributo, si no por su intangibilidad en un mundo donde la moral de los esclavos se contenta con una recompensa ulterior meramente ficticia. El cristianismo obliteró valores naturales para colocar por encima lo pecaminoso y la culpa, y cuando poco a poco parece que íbamos sacándonos el lastre de esa herencia judeo-cristiana, llegan nuevos cruzados, pero esta vez con turbantes y ak-47. Al otro lado también hay estrellas de seis puntas marcando objetivos civiles en Gaza. El budismo parece demasiado digno e higiénico para compararse a estas creencias. Y, con todo esto, algunos iluminados decían que ya estábamos en el postmodernismo. Mismamente, Tom Wolfe señaló hace una década que con la neurociencia se mataría el alma, y hoy seguimos remitiéndonos a nuestro supuesto lado incorpóreo cuando queremos hacer trascendente un simple comportamiento humano guiado por mecanismos neuronales con sus correspondientes sinapsis.

A finales del siglo XIX, Nietzsche, el Polaco -como le hubiera gustado que le llamasen-, sintetizó varios conceptos dentro de su caótica obra y exposición, que han de cobrar renovada vigencia cuanto antes. Y nada más lejos del torticero uso que le dio el nacionalsocialismo germánico. Una nueva transvaloración de los valores ha de llegar, si en su día se pretendió renegar de la falaz vida tras la muerte para afrontar los acometimientos de lo real, y parece que más de un siglo después el éxito ha sido nulo, debemos volver a alzarnos contra cualquier resquicio de religión que sirva de excusa para acabar con nuestro devenir terrenal. Pero hay mucho más, no sé si Nietzsche leyó a Stirner, seguramente sí por proximidad geográfica y temporal, pero ambos nos recuerdan la necesidad de sublimar el YO cuando el Estado no funciona. Así, las asociaciones de egoístas, como fueron denominadas por el segundo, vendrían a significar bajo mi modestísimo punto de vista el verdadero übersmench acuñado por el primero. Se equivocaron al traducirlo como superhombre, porque según he podido comprobar en alemán estaríamos hablando de sobrehumano, algo inalcanzable para un solo ser. Y como lo humano ha demostrado estar bajo el control de banderas, o símbolos tan estúpidos como una cruz o una media luna, considero que el verdadero superhombre solo puede venir de la mano de la colectividad anarcoindividualista. Así de apasionante: dos conceptos en aparente contradicción que se unen para dar la razón a muchos de los apuntes del viejo Nietzsche. Como él proclamaba: fuera culpas, remordimientos, sentimientos vengativos y demás atribuciones morales serviles... y que esa voluntad de poder, que creyó ver indeleble en nuestra especie,complementando las teorías evolutivas de Darwin, se satisfaga dentro de la creciente autogestión de personas con orgullo intrínseco por considerarse tales. Aceptando su carácter perecedero en eterno retorno. Sin filias ni fobias: sin dioses. Juntos y egoístas. Conquistando espacios cada vez más grandes. Y con la compasión que el nihilista también negaba, de la cual casi no tendríamos que echar mano en este modelo... utópico. Ah, como buen hombre de ciencia, siempre veo la misma objeción que Marx.

Dijeron que «Dios había muerto», erraron. Que muera el Estado y nos llevaremos por delante, por fin, a las divinidades. Antes de que nos maten a nosotros.

JM

2 comentarios:


  1. "Ningún hombre es una isla, completo en sí mismo. Cada hombre es un fragmento del continente, una parte del todo. Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, tanto si fuera un promontorio, como si fuera la casa de uno de tus amigos o la tuya propia: la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy unido a toda la humanidad, por eso nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti."

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