Tenía ganas de meterle mano al
blog en el sentido más lascivo de la expresión. A rebufo del programa
radiofónico heredero del espíritu de esta modesta iniciativa, los canales de
comunicación de Derecho de Resistencia
fluyen como si se les hubiese aplicado el cateterismo del mejor cirujano, y las
idas y venidas de cuestiones entre oyentes/lectores son vertiginosas para dos
individuos que, de momento, solo tienen un par de horas quincenales en una
emisora libre de Barcelona. Por ello,
me animo a abrir una nueva sección escrita: Periodismo
Bonzo.

Hace escasamente un mes y tras
uno de nuestros cortes de locución, le comenté a una vieja amiga que lo que iba
a desarrollar en las ondas siempre tendría algo que ver con mi vida, con una
suerte de periodismo gonzo, a colación
del apelativo del gran Hunter S. Thompson para su forma de narrar los
reportajes. Os libero de acudir a cualquier fuente de internet para comprender
de qué se trata. Me refiero a ese subgénero del Nuevo Periodismo de finales de los sesenta en Estados Unidos que, a
diferencia de aquél, convertía al investigador en propio sujeto activo de la
noticia. Interesaba más el contexto que el objeto mediático, e interesaba más
la reflexión hiperbólica que la información aséptica. Parecía conjugar sin
máscaras muchos de los tics que hoy atrofian nuestros medios de
comunicación, salvo que era tan políticamente incorrecto como su creador. Así
que todo acabó con el Doctor Thompson —como le gustaba ser nombrado— volándose
la cabeza en su rancho de Aspen en el 2005. Debió de ser difícil aguantar el
personaje del periodista gonzo toda
una existencia, principalmente porque como él dijo: «lejos de recomendar una
vida de drogas, demencia y violencia, pero sin ellas yo no sería nada».
Entonces, mi querida amiga no comprendió bien el vocablo y sentenció: «me suena a quemarte a lo gonzo». Con su explicación aludió a una
idea cercana a la que yo le quería transmitir: situarse en el centro de la
noticia muchas veces te quemaría vivo literalmente. Bien, me consta que estaba
cansada tras diez horas de papeleos no demasiado fructíferos, pero me quedé con
su lapsus freudiano para denominarlo, ya correctamente en cuanto a mi
concepción, periodismo bonzo. Tan
incendiario como un monje budista inmolándose en 1963 en pleno centro de Saigon
para denunciar el régimen tiránico de Vietnam del Sur.
Nunca llegué a estudiar Periodismo
en Santiago de Compostela, porque mi nota de corte se quedó a escasas décimas
de la requerida para incorporarse a la que, allá por el año 2000, creo que era
la carrera con menos plazas ofertadas en relación a su demanda en toda Galicia.
Curiosamente, yo sufrí lo contrario que el resto de alumnos, mis guarismos en
selectividad eran bastantes mejores que los que me regalaron en BUP y COU
aquellos profesores con discursos hegemónicos y recalcitrantes. Temo que
debieron de captar mi opinión sobre ellos en algún momento de mi adolescencia. Acabé haciendo lo que nadie quiere
hacer: Derecho. Por algo allí no existía nota de corte. Desde la distancia el
oficio de periodista me parece denostado hasta el absurdo, excepto esos
valiosísimos y escasos medios no sometidos a jerarquizaciones y lobbies de poder. Sin embargo, fui un
estúpido por no andar con una libreta o una grabadora por los
vericuetos que me llevó la vida hasta el día de hoy, 24 de junio de 2015. Lo
que tendría ahí plasmado… Al fin y al cabo, Hunter S. Thompson tampoco estudió
la carrera. Aunque yo puedo aseverar que lejos de recomendar una vida de
drogas, demencia y violencia… cualquier persona sería mucho más sin ellas.
Salvo tú, gonzo.
Me adecuaré a las extensiones necesarias
de un blog con su lectura cotidiana y displicente, y esto ha de conllevar que
muchas veces cuelgue el texto por entregas.
Seguimos.
JM
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