
Precisamente, ese evocador
vocablo de "resistencia" ha de servir de necesario prólogo
para esta entrada. Y es que pocos estados han representado esa sublimación de negarse a la derrota como Cuba. Un lugar donde los
principios no se negociaban después del alzamiento del 59, o sí... desde la crisis del 93 doy por seguro que todo se negocia allí.
La iconografía de Cuba viene indeleblemente de la mano de sus dos
figuras revolucionarias: Ernesto Guevara y Fidel Castro. Pretéritos ambos. Y no estoy seguro de que el símbolo universal del irredento idealista estuviese
plenamente de acuerdo con lo desarrollado por su antiguo compañero de batallas desde Sierra Maestra, donde la
confianza tampoco regía su vínculo. Tras la derrota de Batista y después de renunciar a los cargos y responsabilidades que tenía en Cuba, el Che se fue a librar una guerra en Bolivia que
nunca pudo ganar, como bien demuestra el completo diario de su última epopeya, editado mil y una veces en ese intento de
exportar la revolución a toda Latinoamerica. Singularmente
recomendable su publicación por parte de la Editora Política de La Habana en 2004, no por la imparcialidad desde luego, si no
por la gran cantidad de información concurrente que permite, con
el necesario distanciamiento, entender la realidad de lo acaecido en octubre de
1966. Cuando murió la persona y nació el mito.
La realidad es que a partir de
ahí, y de forma exponencial tras
la caída de los soviéticos que sostenían en enorme medida el país, podemos decir que Cuba es un estado fallido. Ese epíteto ha sido cíclicamente atribuido a lugares
tan dispares como Liberia, Haití o Bangladesh y, aunque sin
parangón con la situación límite de tales latitudes, creo
que podemos atribuirle idéntica condición a este rincón del Caribe. El sueño socialista se ha transformado en pesadilla, y la razón principal se encuentra en el imperio que se erige a poco
más de noventa millas de sus
costas.
No será afán de estas líneas intentar defender la
menos mala de las pésimas aplicaciones de políticas marxistas a nivel estatal -y lo hago sintiendo rubor
de que sea por quedar fuera de las purgas y gulags,
que seguro que una de las teorías sociales más brillantes de la historia nunca pudo imaginar-, pero
pocas opciones quedan para una economía de diez millones de personas
con el bloqueo del capitalismo yanqui. No olvidemos que hablamos de una zona
donde solo los que se han rendido a las ínfulas colonialistas de las
barras y estrellas respiran un cierto bienestar. Desde su imposición en los años 60, el bloqueo genocida ha supuesto 21 condenas de la
ONU, y en su última "renovación" solo contó con el apoyo de EEUU, Israel,
y unas islas en mitad de Filipinas denominadas Palaos… mucho podría hablar del aliado
sionista estos días y poco de ese archipiélago que acabo de conocer, pero qué difícil es ponderar la valía de un determinado modelo político cuando han pasado tantos años sin comercio con los
norteamericanos ni sus filiales extranjeras, por no hablar de la
presión intrínseca y sibilina que debe experimentar
cualquier importador-exportador de otros estados. Y algo de eso sé de primera mano. Igualmente me repulsa ver una
tierra tan bella gobernada por un militar, que aún encima quiere adoptar
medidas capitalistas cuando la mayoría de su población cobra unos 20 dólares de salario mensual.
Sin embargo, por encima de
toda esa complicada madeja de intereses económicos
y ejercicios vindicativos por hechos de hace más
de medio siglo, la isla de Cuba es mágica. Se trata de una especie
de paraíso terrenal con cimientos
destrozados por doquier, nada funciona bien entre los ruinosos edificios de La
Habana... ni en Matanzas, ni en Santa Clara, ni en Cárdenas, y me cuentan que en Santiago de Cuba no están mucho mejor; salvo la alegría endémica de sus habitantes y su
capacidad de oratoria tan polisémica. Y aquí habría otro apunte que hacer: a una
amabilidad desmedida, y muchas veces fingida, se le une la indisoluble desconfianza
del interés económico en tu persona. No podía
ser de otra forma en un estado donde la mayoría
de sus habitantes se levantan cada día para ver cómo pueden arañar unos cucs al turista.
Normal y consecuente con su situación, yo sería el primero.
Aunque tampoco éramos los visitantes idóneos para ello.
Este país multicolor conjuga las vetustas arquitecturas
coloniales sorteadas por grandes avenidas con suburbios de planta baja y tierra por
calzada, la masificación de hoteles y resorts "todo
incluido" a la vera de aguas cristalinas con arenales vírgenes despoblados de oriundos ofreciéndote transporte o sexo, o las dos cosas a la vez. Y todo ello lo debes de ver subido
en cualquier Plysmouth del 56 o Chevrolet Bel Air del 52, en lo que seguro
es una de las señas más bellas y distintivas de la nación, tanto como resultado de la fina ironía: los viejos coches
americanos con más de seis décadas a sus espaldas. Como el embargo norteamericano. Conmigo lo
tenían muy fácil para enamorarme. En mi experiencia de eviterno viajero me llevo sus viejas pedaleras, una carretera literalmente llena de cangrejos
cerca de Cayo Santa María y la luna que mas he visto brillar en mi vida, arrojando una luz sobrenatural a la solitarias arenas de Playa Blanca.
En un último ejercicio de síntesis, también me guardo los contactos de mucha gente. De la que ya no tiene tiempo para alimentar sus ideales porque ha de alimentar su boca, y ahí su drama común se resume en una población preparada con estudios superiores en una proporción admirable para sus circunstancias, pero sin una retribución económica que permita la
subsistencia digna sin encontrar réditos "por la izquierda". Ahogados por las propias restricciones del gobierno que
se ve incapaz de abordar con laxitud al enemigo yanqui, al imperio que lo libró de otro imperio hace más de dos siglos. Pero, amigos cubanos, todos los
imperios caen. Este no será la excepción.
JM
JM
Un artículo con un cariz muy personal pero igualmente interesante. Gran trabajo una vez más
ResponderEliminarHe vivido 6 meses en Cuba, y tengo una visión muy similar a la que muestras en esta entrada. Recuerdo los dos primeros meses de mi estancia, en los que estaba totalmente a la defensiva al sentirme como un billete de 100 dolares.
ResponderEliminarMás tarde, al igual que tú, me di cuenta que yo estaría haciendo lo mismo en su lugar. La vida en Cuba es muy complicada para el cubano, más que nada por la imposibilidad de tener sueños, de tener planes. Es por ello que muchos arriesgan su vida dirección "Norte", buscando unas mejores condiciones en casa de quién les impide las mismas.
Eres el Rubén que yo imagino...gracias por comentar. Seguro que tu análisis es mucho más certero. Un saludo!
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